La malnutrición crónica infantil en el tercer mundo es un problema endémico
de nuestra sociedad globalizada, una vergüenza que incomoda al primer mundo y
más aún cuando sería posible establecer medidas paliativas que ayudarían a
combatir esta pandemia.
Los gobiernos y las empresas multinacionales se muestran distantes cuando alguien expone el problema, utilizando en muchos casos la crisis económica como excusa para no encarar el problema de forma seria y con ganas de solucionarlo. Cabe hacer hincapié, sin embargo, que en muchos casos, los excedentes productivos de nuestras industrias serían suficientes para ayudar a reconducir la alimentación de unos niños que por justicia nunca deberían haber sido despreciados.
A nivel práctico sería necesario un estudio previo a partir del desarrollo de un trabajo de campo in situ, con la utilización de productos naturales y energéticos que ayudarían y reforzarían enormemente el desarrollo corporal de estos niños. Desde nuestra óptica, la jalea real podría ser un producto perfecto, pues combina a la perfección un alto valor nutricional (proteínas, vitaminas, grasas...) y un espectacular valor terapéutico (mejora del metabolismo, crecimiento y regeneración celular, antioxidante...)
La situación ideal sería combinar las existencias de producto a base de jalea de una empresa productora y el trabajo estadístico de una ONG en una zona del mundo con emergencia alimentaria. Durante su administración se valoraría el estado de salud antes y después del tratamiento, así como el estudio de la mejora de salud y de incidencia de enfermedades pasados unos períodos experimentales de 6 a 12 meses.
La ONG escogida, como buena conocedora del terreno, se podría responsabilizar de que el producto llegara realmente a los niños, huyendo del comercio ilegal y de las posibles corruptelas existentes. El personal médico de esta organización establecería el protocolo de administración y control, y sería la responsable de la dirección del estudio estadístico que haría posible la valoración del nivel de eficiencia del programa.
En el pasado existe ya un precedente de estudio que no acabó de cuajar, donde precisamente excedentes industriales de Apisérum (nombre comercial de la jalea real) de Laboratorios Inibsa (actualmente Laboratorios Omega Pharma) se dieron para ser administrados a un colectivo de unos 100 niños de Guinea Bissau. La ONG española Fundación Ivan Mañero fue la encargada de su distribución y las primeras sensaciones es que sus efectos fueron positivos para los niños, lo que animó a todas las partes en el desarrollo de un programa piloto mucho más ambicioso y científico teniendo en cuenta a los resultados obtenidos.
Por lo tanto para llevar a cabo este estudio de prueba piloto serían necesarias una serie de condiciones perfectamente asumibles por parte de los diferentes agentes implicados:
Los gobiernos y las empresas multinacionales se muestran distantes cuando alguien expone el problema, utilizando en muchos casos la crisis económica como excusa para no encarar el problema de forma seria y con ganas de solucionarlo. Cabe hacer hincapié, sin embargo, que en muchos casos, los excedentes productivos de nuestras industrias serían suficientes para ayudar a reconducir la alimentación de unos niños que por justicia nunca deberían haber sido despreciados.
A nivel práctico sería necesario un estudio previo a partir del desarrollo de un trabajo de campo in situ, con la utilización de productos naturales y energéticos que ayudarían y reforzarían enormemente el desarrollo corporal de estos niños. Desde nuestra óptica, la jalea real podría ser un producto perfecto, pues combina a la perfección un alto valor nutricional (proteínas, vitaminas, grasas...) y un espectacular valor terapéutico (mejora del metabolismo, crecimiento y regeneración celular, antioxidante...)
La situación ideal sería combinar las existencias de producto a base de jalea de una empresa productora y el trabajo estadístico de una ONG en una zona del mundo con emergencia alimentaria. Durante su administración se valoraría el estado de salud antes y después del tratamiento, así como el estudio de la mejora de salud y de incidencia de enfermedades pasados unos períodos experimentales de 6 a 12 meses.
La ONG escogida, como buena conocedora del terreno, se podría responsabilizar de que el producto llegara realmente a los niños, huyendo del comercio ilegal y de las posibles corruptelas existentes. El personal médico de esta organización establecería el protocolo de administración y control, y sería la responsable de la dirección del estudio estadístico que haría posible la valoración del nivel de eficiencia del programa.
En el pasado existe ya un precedente de estudio que no acabó de cuajar, donde precisamente excedentes industriales de Apisérum (nombre comercial de la jalea real) de Laboratorios Inibsa (actualmente Laboratorios Omega Pharma) se dieron para ser administrados a un colectivo de unos 100 niños de Guinea Bissau. La ONG española Fundación Ivan Mañero fue la encargada de su distribución y las primeras sensaciones es que sus efectos fueron positivos para los niños, lo que animó a todas las partes en el desarrollo de un programa piloto mucho más ambicioso y científico teniendo en cuenta a los resultados obtenidos.
Por lo tanto para llevar a cabo este estudio de prueba piloto serían necesarias una serie de condiciones perfectamente asumibles por parte de los diferentes agentes implicados:
- La colaboración de un laboratorio farmacéutico con un producto a base de jalea real
- La participación de una empresa de transporte que hiciera posible la llegada en condiciones de presentación y conservación de este producto.
- Una ONG con gente implantada en el territorio y con experiencia médica para responsabilizarse de la administración del producto y valorar los resultados del estudio.
- Donativos empresariales y de la propia administración a fin de cubrir los gastos de este estudio.
- Publicación y difusión de los resultados estadísticos obtenidos.
Todo ello sólo pide un poco de voluntad política y empresarial, una actitud
solidaria que no representaría en sí un coste desmesurado para nadie y que en
cambio podría repercutir muy positivamente en el desarrollo de unos niños que
actualmente sufren una cruel malnutrición crónica infantil.
Autores: Carles Pujol i Esteve Miràngels
Foto: es.wikipedia.org
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