Las sustancias
químicas son, en la actualidad, una de las mayores amenazas para toda forma de Vida en nuestro planeta. Tienen efectos teratogénicos
(malformaciones fetales y congénitas), carcinogénicos (inducen el desarrollo de formaciones
tumorales), mutagénicos (provocan mutaciones en las células, la base de los procesos
cancerígenos) y disminuyen la fertilidad.
Se comportan también, en ocasiones, como disruptores endocrinos y mensajeros químicos, es decir, actúan de manera análoga a como lo harían determinadas hormonas, biocatalizadores, enzimas o moduladores habituales y normales del metabolismo y reacciones químicas del organismo. Los “sustituyen” y suplantan, asumiendo sus funciones, actuando como si fueran ellos, haciéndolo de manera persistente y continuada y no cuando los mecanismos reguladores de la homeostasis interna de los seres vivos lo requieren, lo que ocasiona diversos trastornos, enfermedades y alteraciones. En el contexto de la apicultura, aunque los estudios son escasos, ya se ha demostrado que dañan a las abejas, la miel y, por extensión, al apicultor y la apicultura, comprometiendo su futuro.
Se comportan también, en ocasiones, como disruptores endocrinos y mensajeros químicos, es decir, actúan de manera análoga a como lo harían determinadas hormonas, biocatalizadores, enzimas o moduladores habituales y normales del metabolismo y reacciones químicas del organismo. Los “sustituyen” y suplantan, asumiendo sus funciones, actuando como si fueran ellos, haciéndolo de manera persistente y continuada y no cuando los mecanismos reguladores de la homeostasis interna de los seres vivos lo requieren, lo que ocasiona diversos trastornos, enfermedades y alteraciones. En el contexto de la apicultura, aunque los estudios son escasos, ya se ha demostrado que dañan a las abejas, la miel y, por extensión, al apicultor y la apicultura, comprometiendo su futuro.
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