Era inevitable. En el camino determinante del futuro de las abejas la era digital está cobrando importancia, en concreto, la inteligencia artificial. Hace poco más de un año que la compañía alemana T-Systems Iberia incorporó a la red europea de colmenas inteligentes ubicaciones en Valencia y Cartagena, además de las dos colmenas en los alrededores de su sede en Bonn y otras dos en Múnich.
A priori, introducir en la misma frase las palabras como
digitalización y abejas podría hacernos imaginar una distopía propia de un
capítulo de Black Mirror, donde las polinizadoras son sustituidas por pequeños
drones o robots. Algo que, por cierto, ya trasciende más allá de la ciencia
ficción; según el Foro Económico Mundial, los denominados "aviones no
tripulados de polinización" fueron patentados en marzo del 2018 por la empresa
estadounidense Walmart. Pero calma, porque aunque existen varios proyectos
similares, todavía no se han llevado a la práctica.
Las colmenas inteligentes están muy lejos de querer
reemplazar estos insectos; al contrario, trabajan para preservar su continuidad
como especie. La metodología consiste en recoger datos de forma remota
utilizando una red de colmenas con varios sensores que miden factores como la
humedad, la temperatura interior y exterior y el peso. "Estos datos
permiten a los apicultores tomar correctas decisiones para preservar las
abejas", explica Eduard Contijoch, ingeniero responsable del proyecto en
T-Systems Barcelona.
A nivel estatal se han instalado dos colmenas inteligentes;
una de ellas se sitúa en Valencia, sobre la azotea del Observatorio Municipal
del Árbol (OMAV), en pleno entorno urbano. El dato es relevante ya que es una
de las pocas ciudades que acepta colmenas. Según el Real Decreto 209/2002, las
colonias deben permanecer mínimo a 400 metros de distancia de las metrópolis y,
al contrario que en Nueva York, Londres o París, en Catalunya únicamente se
pueden alojar con fines de investigación. El segundo dispositivo se ubica en el
entorno rural, en Cartagena. En condiciones totalmente diferentes, se quieren
realizar análisis comparativos.
"Nuestro sistema de gestión del colmenar municipal es
ecológico y artesanal, se trata de un colmenar experimental. Los ensayos de
monitorización no modifican nuestro modelo de gestión, sino que nos ayudan a la
toma de decisiones", subraya Santiago Uribarrena, coordinador de OMAV.
Este es un aspecto que también ha querido resaltar Contijoch, "la
tecnología tiene que ser un medio, tienen que ser los apicultores los que
marquen cuál es el camino a seguir".
Detectar comportamientos y patrones
El valor de los datos es informar a los apicultores e
investigadores de los diferentes estados de la colonia para facilitar su
gestión. Mediante estos indicadores, "un apicultor puede conocer la salud
de la colonia y de la reina, si está a punto de producirse una escisión, si las
abejas tienen estrés, cuál es su ciclo vital o qué viajes hacen en un
día", dice Contijoch. De esta manera se pueden evitar los enjambres en
momentos del año poco apropiados o eliminar depredadores de especies invasivas
como la avispa asiática.
Aunque las colmenas de Valencia y Cartagena aún continúan en la fase de estudio, ya han podido recabar algunos datos que dan pie a las primeras conclusiones. Karim Belhaki es apicultor y encargado del proyecto en Cartagena. Según afirma, se ha observado en los datos de monitorización que "las abejas tienen unos patrones de comportamiento que se repiten para los días en que las condiciones climáticas en el medio son similares, e incluso son compartidos para colmenas en distintas ubicaciones".
Apicultura y tecnología, de la mano
La tecnología se pone al servicio de la apicultura en un
momento crucial. Apicultores, investigadores y organizaciones ecologistas
llevan años alertando de ello: las colonias están disminuyendo a un ritmo
alarmante, es más, algunas especies están en peligro de extinción, a
consecuencia de un cúmulo de diferentes factores.
Unió de Pagesos y organizaciones catalanas han detectado
nuevas especies de abejas importadas de otras zonas, como la caucásica, cárnica
o Buckfast, que interfieren en el desarrollo de las abejas autóctonas y
representan problemas de hibridación. Las nuevas plagas como la Varroa
destructor –un ácaro que afecta al sistema inmunitario de larvas y abejas
adultas, disparando su mortalidad–, la avispa asiática (Vespa velutina) que se
alimenta de las abejas de la miel, o el hongo infeccioso Nosema ceranae son
otras de las causas que junto con los pesticidas o el estrés derivado del
cambio climático, forman un cóctel perfecto para el denominado síndrome de
despoblamiento de colmenas.
La Inteligencia Artificial cambia el panorama en Internet
El impacto de la crisis poblacional de las abejas se refleja
mucho más allá de los datos en la producción de miel. La organización
ecologista Greenpeace apunta que el 70% de los cultivos para consumo humano
depende directamente de estos insectos. Sin abejas, no hay agricultura. Según
los últimos datos recogidos por el Instituto de Estadística de Catalunya, en el
año 2019 se contabilizaron más de 138.000 colmenas, de las cuales se producen
más de dos millones de kilos de miel al año. En comparación a los datos de hace
diez años, la producción de miel ha caído alrededor de 300.000 kilos y han
desaparecido más de 250.000 colmenas. De media, en cada colmena viven entre
40.000 y 60.000 ejemplares.
Este descenso es una realidad que ha incrementado
exponencialmente durante los últimos años y las alarmas saltan al saber que las
abejas son las responsables de la polinización de un tercio del suministro
mundial de alimentos. La región mediterránea alberga más del 40% de las
colonias estatales y alrededor de la mitad de la producción de miel.
Precisamente, la inteligencia artificial incorporada en el sistema de las
colmenas inteligentes hace posible detectar ese descenso en la producción de
miel, cruzar datos recogidos por los sensores y poder emprender acciones en una
dirección correcta para revertir la situación y aumentar la productividad.
"Hemos detectado que la colmena contiene un peso
específico cuando las abejas se reúnen al final de la tarde, y que ese peso
desciende por la noche, indicador de la miel que se consume para mantener la
temperatura de la colmena", comenta Belhaki. De esta manera, en los
periodos sin floración, "sabremos qué cantidad de miel debemos mantener en
la colmena".
En el futuro, los apicultores obtendrán cada vez más
información y podrán actuar de manera más específica. En este caso, la
información también es poder. "Estamos trabajando en nuevos sensores que
permitan conocer el número de individuos que componen la colonia y cómo varía
en función de las condiciones ambientales", proyecta Contijoch.
"Sin abejas, no hay agricultura. El 70% de los cultivos
para consumo humano depende de ellas"
Es así como se fusiona la tecnología con la naturaleza y con
la apicultura, mano a mano y complementándose. "Los apicultores son los
expertos, no podemos encantarnos con las maravillas que nos provee la
tecnología si no sirve para una clara finalidad", comenta el ingeniero de
T-Systems, y sentencia: "Únicamente es una contribución más, lo que
marcará el futuro de las abejas será nuestra concienciación y el compromiso que
asumimos".
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