Para los apicultores, hace diez años las abejas solo daban, sin apenas pedir nada a cambio. Ahora no todas subsisten por pura naturaleza. Los apicultores llevan unos años alimentando sus colmenas con pienso para frenar la mortalidad. Algunos atribuyen la nueva situación al cambio climático y su incidencia en las lluvias y los procesos de floración.
“Lo que los apicultores tenemos muy contrastado es que
hace diez años nadie alimentaba las abejas y ahora lo hacemos y mucho”.
Así de tajante habla un apicultor de Cervera, responsable del sector en
Unió de Pagesos, Josep Maria Clària. Señala que si bien es cierto que el
sector se ha profesionalizado y sabe lo que necesita una colmena en
cada momento, también lo es que antes sin alimentarlas no se morían y
ahora si no se las ayuda al principio del invierno muchos ejemplares
mueren. “Llueve más pero peor y lo que quieren las abejas es una lluvia
cada quince días. Que llueva mucho y salgan muchas flores no sirve si al
cabo de unos días hace mucha calor y se secan”, afirma.
Jarabes de glucosa, bases de azúcar similares a las que
se usan en refrescos y levadura de cerveza son las bases de los piensos
que los productores colocan en pastillas en las colmenas, para
completar la alimentación con más proteínas.
Abejas de alquiler y en venta
Además de miel, néctar o cera, los productores están sacando
rendimiento de las abejas con contratos temporales con los
fruticultores, para colocar sus apiarios en sus fincas y garantizar así
la polinización de la cosecha.
Pero también se abre paso una vía de negocio a través de la venta
de abejas: “Vendemos abejas a Francia o Andalucía, porque se están
muriendo. Muchos esfuerzos que antes se hacían para producir miel, ahora
los estamos haciendo para producir animales”. “Mientras fomentamos que
nos críen las abejas no producimos miel, porque se ha de alimentar a la
cría. Hay menos miel porque estamos produciendo mucho ganado, porque se
están muriendo en muchos sitios”, asegura.
No todos los apicultores crían abejas para sacar miel. Jaume
Clotet ha impulsado en Berga una empresa Mel·lis para vivir de las
abejas sin pensar en la miel. Ofrece servicios apícolas aplicados a la
educación, talleres en colegios y trabajos de inserción social de apoyo a
terapias para discapacitados además de servicios artísticos de fotos y
trabajos de cera. También se encarga de las incidencias urbanas con
abejas que tiene el Ayuntamiento de Barcelona.
Un bien indispensable
Astrid Ballesta profesora de Hortofruticultura, Botànica i
Jardineria de la Escola Tècnica Superior d’Enginyeria Agraria
Universitat de Lleida explica que la rentabilidad del trabajo de las
abejas equivale a entre 10 y 30 veces el precio que recibe el apicultor.
“Eso quiere decir que si un apicultor gana 3.000 euros vendiendo miel
aportan al sector agrícola, al medio ambiente y a los ecosistemas entre
10.000 y 30.000 euros” afirma Ballesta. En este punto, la profesora
recuerda que al premio Nobel de Física, Albert Einstein, se le atribuye
el planteamiento de que si desaparecieran las abejas de la tierra al
hombre solo le quedarían cuatro años de vida al no haber polinización,
ni plantas, ni animales.
Pero no es sólo el cambio climático. Los apicultores están muy preocupados por los daños que está provocando en sus colmenas el abejaruco, un ave al que culpan de comerse sus abejas, y la varroa,
un ácaro que está causando estragos. El director de Consultores
Apícolas, Antoni Gomez Pajuelo, considera que además de la varroa, el
cambio climático y el abejaruco, la elevada mortalidad es atribuible al
nivel de residuos de insecticidas. Él está detrás del informe que prepara la Conselleria de Agricultura sobre los daños del abejaruco en las colmenas.
La Unión Europea promovió en 2012 un estudio sobre la mortalidad de las abejas bautizado Epilobee,
que ha detectado una mortalidad en invierno que varía por países. La
tasa de mortalidad de 2012/13 en España fue del 10,5 y en el siguiente
del 5,5; mientras que en Gran Bretaña fueron del 30% y del 15%. Quim
Xifra, subdirector general de Ganadería del Departament d’Agricultura,
considera que con este estudio por primera vez hay unos datos sobre los
que trabajar de cara al futuro para ver la tendencia de asentamientos
apícolas y para conocer las causas de la mortalidad.
Fuente: la Vanguardia
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