El olor funciona como identificador entre abejas, avispas y hormigas
Al igual que los vinos, las flores y los perfumes, los insectos
sociales poseen un buqué aromático específico, que varía según la
especie, el sexo, la edad y la función que desempeñan en la colonia
Este olor particular funciona como un “documento de identidad
químico” de esos animales, y facilita así su identificación entre
congéneres. Gracias a este aroma, es posible saber si los ejemplares
pertenecen o no a la colonia, si son machos o hembras, jóvenes
o viejos, reinas u obreras.
Científicos de la Facultad de Filosofía, Ciencias y Letras de Ribeirão
Preto de la Universidad de São Paulo (Ffclrp-USP) realizaron estos
descubrimientos durante una serie de estudios en el marco del proyecto
intitulado Mediación conductual, señalización química
y aspectos fisiológicos reguladores de la organización social en
himenópteros, apoyado por la Fapesp en el ámbito del Programa Jóvenes
Investigadores en Centros Emergentes.
“Constatamos que cada insecto tiene un olor específico, y esto funciona
como una especie de código de barras químico”, declaró Fábio Santos do
Nascimento, docente de la Ffclrp-USP, a Agência Fapesp. “Al leer ese
código de barras químico, es posible identificar
a la especie y el género, la edad y la función que el insecto desempeña
en la colonia”, afirmó el investigador coordinador del proyecto.
De acuerdo con Santos do Nascimento, lo que le confiere esa identidad
química a los insectos sociales es un tipo de compuestos químicos
denominados hidrocarburos cuticulares, formados por cadenas de carbonos
lineales y moléculas de hidrógeno (alcanos, alquenos
y alcanos metilados).
Esos compuestos químicos en forma de cera, situados sobre la última capa
del revestimiento externo (cutícula) que recubre el cuerpo de los
insectos sociales, tienen la función primaria de evitar la pérdida de
agua y, por consiguiente, la deshidratación de los
animales, aparte de hacer las veces de barrera protectora contra
microorganismos.
Sin embargo, al analizar la composición química de los hidrocarburos
cuticulares de distintas especies de hormigas, avispas y abejas, los
científicos constataron que su composición química varía de acuerdo con
la especie, el sexo y la función del insecto en
la colonia, y que dicha variabilidad química ayuda en la comunicación
entre esos animales.
En un estudio publicado en la revista Apidologie con abejas Melipona
marginata –conocidas popularmente como manduri–, los investigadores
observaron que los machos más viejos, las reinas y las obreras de esa
especie brasileña de abeja sin aguijón hallada en
los estados de São Paulo, Paraná, Santa Catarina y Bahía, tienen
distintos perfiles de hidrocarburos cuticulares que los miembros pueden
detectar.
Las obreras –normalmente estériles e incapaces de transformarse en
reinas– presentaron un menor porcentaje de alcanos (ceras saturadas,
hentriacontano y tetratriacontano, por ejemplo), en comparación con los
machos, las reinas y las abejas de la casta destinada
a la realeza.
“Pese a que la estructura química de los hidrocarburos cuticulares es
bastante estable, su composición en los insectos sociales varía también
de acuerdo con la función que éstos ocupan en la colonia”, dijo Santo
dos Nascimento. “Cada colonia también exhibe
un perfil químico diferente”, afirmó.
Reconocimiento
A los efectos de evaluar la capacidad de los insectos sociales para
reconocer a los miembros de sus colonias de acuerdo con su olor, los
científicos realizaron un experimento con abejas sin aguijón Melipona
asilvai. Pusieron obreras y forrajeras de esa especie
–conocida popularmente como rajada– en la entrada de una colonia a la
cual no pertenecían, para verificar la reacción de las abejas guardianas
del nido.
Los resultados del experimento, descrito en un artículo publicado en el
Journal of Chemical Ecology, indicaron que las abejas guardianas
exhibieron un comportamiento flexible que varió según el grado de
semejanza de la identidad química con las abejas “intrusas”.
Fueron más permisivas y barraron mucho menos la entrada en la colonia de
abejas intrusas con perfiles químicos altamente semejantes a los suyos,
lo cual, de acuerdo con los investigadores, se debe a que probablemente
las confundieron con sus “compañeras”.
En contrapartida, fueron selectivas y restringieran mucho más el paso de abejas con perfiles químicos diferentes a los suyos.
“Una colmena posee muchos recursos: néctar en forma de miel, polen y
crías. Si falla el sistema de reconocimiento de las abejas guardianas,
puede perpetrarse el pillaje de esos recursos por parte de abejas de las
colonias vecinas”, dijo Santos do Nascimento.
Los científicos hicieron un experimento similar con hormigas de la
especie Dinoponera quadriceps: colocaron obreras forrajeras y enfermeras
(las que cuidan los huevos) de esa especie de hormiga –conocida
popularmente en Brasil como falsa-tocandira– en la entrada
de una colonia diferente a aquéllas a las que pertenecían, para evaluar
cuánto tiempo pasaba hasta que eran reconocidas como intrusas por las
hormigas guardianas.
Los resultados de este estudio, publicados en el Journal of Insect
Behavior, demostraron que las hormigas guardianas tardaron más tiempo en
reconocer a las hormigas enfermeras como “usurpadoras” que a las
obreras.
Las obreras recibieron significativamente más mordeduras y otros golpes
violentos de las hormigas guardianas que las enfermeras. Asimismo, las
hormigas guardianas tardaron más tiempo en reaccionar contra las
enfermeras que contra las obreras forrajeras.
Una de las hipótesis para explicar esas diferencias de comportamiento,
corroborada con análisis de la composición de hidrocarburos de los
insectos utilizados en el estudio, indica que las hormigas enfermeras de
la misma especie y de colonias distintas pueden
compartir una mayor cantidad de compuestos químicos.
“Las antenas de los insectos poseen receptores específicos en forma de
pequeños pelos, a través de los cuales captan las señales químicas de
esos hidrocarburos cuticulares –a los cuales los denominamos feromonas
de contacto– de otros insectos”, dijo Santos
do Nascimento.
“En contacto con otros insectos de la misma especie, lograron detectar
la composición cuticular de los hidrocarburos y de otros compuestos
químicos y reconocer si éstos formaban o no forma parte de la colonia”,
explicó.
Alteración de perfil
Los investigadores también descubrieron que los insectos sociales pueden
alterar el perfil de sus buqués aromáticos de acuerdo con la
alimentación, lo que puede dificultar el reconocimiento por parte de
otros miembros de su colonia.
En un estudio publicado en la revista Insects, los científicos
realizaron un experimento en laboratorio en el cual alimentaron a un
grupo de hormigas cortadoras de hojas (Atta sexdens) obreras con hojas y
pétalos de rosa, y a otro grupo de hormigas de la misma
colonia con hojas de crespón o cascarillo (Lagerstroemia sp.).
Al juntar las hormigas, las que fueron alimentadas con crespón pasaron a
rechazar y agredir a sus compañeras alimentadas con hojas y pétalos de
rosa, debido a la alteración del olor.
“El refrán que dice que somos lo que comemos también parece valer para
los insectos sociales”, sostuvo Santos do Nascimento.
Informa: Mercè Soler
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