Las abejas y otros insectos polinizadores se encuentran en su merecido
letargo invernal, sobre todo en las latitudes más al norte. Los días
soleados y de temperaturas diurnas suaves despiertan a algunos de estos
incansables insectos que empiezan ya a preparar la próxima temporada
recolectando el polen y néctar de las primeras flores.
Este letargo invernal es una buena oportunidad para que nos acordemos de su importancia para los ecosistemas
y para la seguridad alimentaria, algo que deberíamos tener siempre
presente en nuestras mentes y sobre todo en la de los responsables
políticos. Sin las abejas y otros polinizadores, la gran mayoría de
nuestros alimentos y de las plantas silvestres con flor no podrían
existir. Es necesario recordar que estos pequeños insectos son
fundamentales en la cadena trófica tanto nuestra como de las restantes
especies y por lo tanto una pieza imprescindible para el equilibrio
ecológico del Planeta.
Precisamente el año pasado mostramos la gran importancia de los
insectos polinizadores para la agricultura en España. En nuestro informe
'Alimentos bajo amenaza'
mostramos que el 70% de los principales cultivos para consumo directo
humano en España depende de la polinización por insectos y que este
servicio ecológico supone para la agricultura española más de 2.400
millones de euros anuales. Cultivos como los calabacines, calabazas,
sandías, melones, kiwis, almendras, manzanas, melocotones… entre
muchísimos otros dependen directamente de la polinización realizada por
insectos como las abejas.
Y sin embargo, sus poblaciones están seriamente amenazadas
a nivel global, debido a varios factores pero muy particularmente
debido a las prácticas destructivas de la agricultura industrial, como el uso masivo de insecticidas.
En aquel informe mostramos que el uso de insecticidas aumentó en España
un 56% entre 1990 y el 2010 (último año para el que hay estadísticas
oficiales) y que 319 insecticidas explícitamente etiquetados como
peligrosos para las abejas están autorizados en todo el estado.
Un nuevo informe publicado en 2014,
el más amplio realizado hasta el momento sobre los insecticidas
sistémicos, como los neonicotinoides y el fipronil (precisamente los que
han sido prohibidos parcialmente y temporalmente en la UE), ha
demostrado que estos son un factor determinante en el declive de las
abejas pero también una seria amenaza para la biodiversidad como tal,
puesto que afectan a una amplia gama de invertebrados y vertebrados
beneficiosos, responsables por servicios ecológicos tan importantes como
la polinización pero también la depuración del agua o la fertilidad del
suelo.
Estos infatigables insectos despertarán de su letargo invernal
dispuestos a polinizar todas las flores que se encuentren por su camino.
Igual que nosotros, son lo que comen, y por ello necesitan alimento
(polen y néctar) que no esté envenenado, de alta diversidad y que sea
sano.
Pero la industria química no descansa. Mientras las
abejas permanecen en su letargo invernal, la industria química ha
seguido presionando y ya ha mostrado que no se va a dar por vencida y
hará todo lo que esté a su alcance para que se levanten las
restricciones impuestas en la UE y se puedan seguir utilizando sus
venenos más nocivos.
Porque los logros alcanzados hasta ahora son tan delicados como las abejas
y hay que defender los avances para que no se ponga en riesgo a este
insecto clave para los ecosistemas (las restricciones terminan en
diciembre de este año). Es importante unir esfuerzos para garantizar que
se refuercen estas prohibiciones, se amplíen a otros productos igual de
nocivos y se fomente la agricultura ecológica.
¿Qué puedes hacer tú?
- Presionar para no dar ni un paso atrás y pedir a las autoridades europeas que no cedan a la presión de la industria química y mantengan las restricciones sobre los insecticidas más nocivos.
Fuente: Greenpeace - Luís Ferreirim
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