Daniel Arrébola |
La población de abejas sigue en claro declive en
España, que no se escapa de este problema global que se achaca a varios
factores pero que a día de hoy no tiene una explicación científica
concluyente. El mayor uso de pesticidas, la contaminación, la pérdida de
diversidad de plantas y la presencia de especies invasoras como la
avispa asiática –toda una amenaza para las abejas autóctonas,
productoras de miel- son situaciones que estarían afectando gravemente a
estos insectos tan necesarios para el mantenimiento del equilibrio
ecológico. Y, como que el campo es menos seguro para ellas, las abejas
se desplazan cada vez hacia las ciudades porque ahí encuentran un medio que no les es tan hostil. Por ello, la apicultura urbana
gana adeptos en diferentes puntos de la geografía española. Es el caso
de las comarcas tarraconenses, donde en los últimos meses se detecta un
mayor interés por esta práctica y por los beneficios que se derivan en
ámbitos como el educativo, el terapéutico o el de la reinserción social.
Apis Urbis
tiene muy pocos meses de vida pero se propone metas ambiciosas. Se
trata de una asociación que ha nacido en Tarragona con el objetivo de
sensibilizar a la ciudadanía sobre la apicultura urbana y ofrecer
asesoramiento y formación a aquellas personas interesadas en el tema,
pero también a los ayuntamientos de la zona, que tienen un papel clave
en este aspecto. Y es que el pasado mes de marzo la Generalitat delegó a
las administraciones locales la potestad para regular sobre la
presencia de abejas en la trama urbana, y lo que hace la entidad es
contactar con los municipios presentándoles una propuesta de normativa
para que la implementen y esta práctica se pueda llevar a cabo de manera
legal en las ciudades. En tan poco tiempo ya han contactado con varias
localidades de las comarcas tarraconenses y municipios como Tarragona,
Salou o Roda de Berà ya han mostrado una buena predisposición al
respecto.
"En las ciudades viven muchas abejas porque es un
entorno donde se sienten protegidas y se usan menos fitosanitarios.
Tienen muchos espacios donde poder colocar los enjambres y más facilidad
para acceder a la alimentación", explica Daniel Arrébola, impulsor de
la asociación Apis Urbis. Según este apicultor de La Nou de Gaià, con
años de experiencia en el sector y que acaba de impartir un curso sobre
apicultura urbana en Tarragona –que se estrena en este sentido-, "los
enjambres que recogemos en la ciudad están mucho más sanos, producen más
miel y tienen más cantidad de abejas que los que se encuentran en el
campo". Las abejas se sienten más protegidas en la ciudad y forman más
enjambres que antes. En los dos últimos años, Arrébola ha retirado más
de 60 en Tarragona, uno de ellos en el techo del Ayuntamiento. En Reus
estos animales también hicieron acto de presencia por todo lo alto y
llegaron a cubrir toda la cabeza de la estatua del Nen de les Oques,
dejando una imagen insólita.
Arrébola admite que en Catalunya y
España la apicultura urbana es aún una práctica muy incipiente pero que
hay países como el Reino Unido o Francia donde hay una cierta cultura al
respecto, destacable en algunos casos. La clave: perder el miedo. Y es
que con una pequeña inversión, de entre 120 y 150 euros, cualquier
persona puede comprar una caja, las abejas y el equipamiento necesario
para empezar a criar. Habitualmente, en una colmena de este tipo hay
entre 40.000 y 60.000 abejas, que pueden producir unos diez kilos de
miel, además de cera y otros productos. Con el material a su
disposición, el que quiera iniciarse como apicultor deberá conocer los
requisitos legales –las cajas se han de registrar, deben respetarse unas
determinadas distancias si están en la trama urbana o cerca de vías de
comunicación, y han de estar señalizadas- además de unos conocimientos
mínimos para el cuidado de las abejas.
Abejas y escolares
Tarragona está empezando a conocer la apicultura urbana y lo hace, esencialmente, gracias al trabajo de Apis Urbis. La asociación quiere ir más allá y también se está acercando a determinados colectivos para que se introduzcan en el mundo de las abejas. Por ejemplo, Les Codinetes, en La Nou de Gaià, se ha convertido en la primera escuela de las comarcas tarraconenses en adoptar un arna y, claro, también a sus correspondientes inquilinas. El proyecto empezó el curso pasado con una treintena de alumnos de Infantil, que pintaron la caja e hicieron un seguimiento de la misma, además de aprender cómo es la vida de las abejas mediante cuentos y otras actividades. Este curso también se quiere involucrar a los escolares de Primaria.
Tarragona está empezando a conocer la apicultura urbana y lo hace, esencialmente, gracias al trabajo de Apis Urbis. La asociación quiere ir más allá y también se está acercando a determinados colectivos para que se introduzcan en el mundo de las abejas. Por ejemplo, Les Codinetes, en La Nou de Gaià, se ha convertido en la primera escuela de las comarcas tarraconenses en adoptar un arna y, claro, también a sus correspondientes inquilinas. El proyecto empezó el curso pasado con una treintena de alumnos de Infantil, que pintaron la caja e hicieron un seguimiento de la misma, además de aprender cómo es la vida de las abejas mediante cuentos y otras actividades. Este curso también se quiere involucrar a los escolares de Primaria.
"Estamos hablando
con la entidad y con el Ayuntamiento para poder instalar una caja en la
escuela y que los alumnos puedan tener un contacto más cercano con las
abejas", explica Sílvia Farreró, la directora del centro educativo de
esta pequeña localidad de la comarca del Tarragonès, que se muestra muy
satisfecha por ser los protagonistas de esta prueba piloto y por los
resultados obtenidos hasta el momento. Según Farreró, "se hablará con
los padres y si lo aprueba el consejo escolar impulsaremos el proyecto,
porque sigue nuestra filosofía y manera de funcionar y es enriquecedor".
Hablamos de una escuela situada en un entorno rural "que en no disponer
de tantos recursos tiramos de imaginación".
Un recurso terapéuticoPero
además de esta vertiente educativa vinculada a la observación y al
conocimiento de la naturaleza, la apicultura también se está acercando a
otros colectivos, contribuyendo, por ejemplo, a la inserción social.
"Al contrario de lo que pueda parecer, las abejas son particularmente
sociales y es muy interesante ver y analizar cómo reaccionan dentro del
grupo", explica Pere Montaña, miembro de Apis Urbis y presidente de
Midgard, una asociación de familiares de afectados por trastornos
mentales.
"Puede funcionar como terapia ocupacional, porque las
personas con afectaciones menos severas pueden dedicarse a la apicultura
como si fuera un trabajo cualquiera, que requiere una formación y una
serie de habilidades para llevarlo a cabo, pero también por la
estimulación sensorial y cognitiva que genera, como pasa con la terapia
con caballos u otros animales", detalla. En vista de estas primeras
buenas experiencias, las abejas podrían entrar poco a poco en otros
equipamientos, como centros asistenciales o centros penitenciarios.
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