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Desde hace al menos una década, las colmenas de abejas melíferas, las
dedicadas a la producción de miel, sufren en el hemisferio norte un
calamitoso síndrome caracterizado por una desaparición repentina de las
obreras: los insectos salen en busca de polen, se extravían en el
regreso y acaban muriendo. Aunque la mayoría de los estudios son de
ámbito local o poco fiables, se calcula que la cabaña apícola en España
se puede haber reducido entre el 20% y el 30% desde el 2000. Algunas
asociaciones estadounidenses hablan del 70% de bajas en algunos
condados.
Para atajar el síndrome del colapso o
despoblamiento de las colmenas (CCD, según sus siglas en inglés), la
Comisión Europea accedió a las demandas de los apicultores y a finales
de abril decidió prohibir el uso de tres insecticidas nicotinoides -de
la familia de la nicotina- que han sido vinculados a la mortalidad. Las
pruebas científicas parecían firmes, avaladas por un informe reciente de
la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), pero la decisión
no fue en absoluto sencilla, al tratarse de tres productos de uso muy
habitual en agricultura. Es más: la mayoría de los especialistas
suscriben que el CCD es casi con toda seguridad un fenómeno
multifactorial en el que están implicadas diversas causas. La votación
entre los estados miembros reflejó el debate: la prohibición se aprobó
por una mayoría muy justa de 15 sobre 27.
«En España, que es el primer productor de miel de la
UE, los neonicotinoides se emplean especialmente para el tratamiento de
semillas de maíz, algodón, girasol y colza», explica José Luis
González, responsable de apicultura en la Coordinadora de Asociaciones
de Agricultores y Ganaderos (COAG). La Comisión Europea decidió tomar la
vía rápida ante la magnitud de un problema que va más allá de la
producción de miel, puesto que el 80% de los cultivos y de las flores
silvestres necesitan ser polinizados, y la abeja es el principal insecto
dedicado a estos menesteres. «Se calcula que las abejas tienen un impacto anual de 22.000 millones de euros en la economía europea», sigue González.
«No discuto la decisión, pero parece claro que el problema no se va a acabar porque el síndrome es multifactorial»,
resume José Miguel Mulet, profesor de Biotecnología de la Universidad
Politécnica de Valencia (UPV). Como ha documentado profusamente el
centro de investigación apícola de Marchamalo (Guadalajara), en el
declive de las abejas en España destacan dos factores naturales: el
ácaro Varroa destructor, que se alimenta de la sangre de las abejas, y el microsporio parásito Nosema cerana,
que infecta su aparato digestivo. También pueden haber influido la
abundancia de abejarucos, un ave protegida que come abejas con
voracidad, y la reciente irrupción de un depredador venido de lejos, la
avispa asiática Vespa velutina, pero ambos factores difícilmente pueden explicar una mortandad tan nefasta.
Entre
las perturbaciones antrópicas, la literatura científica cita la
intensificación de los monocultivos, la alimentación artificial con
glucosa -cada vez más frecuente- y unas cuantas hipótesis peregrinas;
pero es sin duda el abuso de los insecticidas la que ha merecido más
atención. Y es justamente en este campo en el que la Comisión Europea ha
decidido aplicar mano dura. González, de la COAG, insiste: «Aunque las abejas no estén muriendo exclusivamente por los neonicotinoides, sí son una amenaza importante». En la misma línea se pronuncia Greenpeace: «Afectan
al sistema inmune de las abejas, lo que provoca que luego sean más
sensibles a los ataques de enfermedades o parásitos y acaben muriendo».Los
productores de insecticidas afirman que las abejas se alimentan sobre
todo de plantas silvestres no tratadas, por lo que los agroquímicos no
pueden ser la causa de la mortalidad. También alegan que la prohibición
se fundamenta en estudios realizados in vitro y con dosis muy superiores
a las que las abejas silvestres podrán encontrar en el campo.
Excepciones de la norma
En
cualquier caso, el acuerdo de la Comisión Europea fue posible porque se
añadieron varias excepciones. Así, por ejemplo, los neonicotinoides se
podrán seguir usando en cultivos que no atraen a las abejas y en
cereales de invierno. También en cultivos de invernadero y en campos al
aire libre, una vez acabada la floración. La prohibición durará en
principio dos años, periodo durante el cual se realizará un seguimiento
para comprobar si hay mejoras. Jaume Cambra, profesor del departamento
de Biología Vegetal de la Universitat de Barcelona y experto en
apicultura ecológica, explica que en el caso de Catalunya se analizarán
unas 80 colmenas, aunque manifiesta sus dudas porque parte de los
insecticidas van a seguir en el suelo y será complicado comprobar el
efecto beneficioso.
Más allá de la mortalidad repentina de las
abejas, Cambra afirma que el sector se enfrenta a problemas incluso
peores como la exportación fraudulenta de mieles, sobre todo de
Marruecos y China, que se mezclan y luego se comercializan como locales:
«Como no es un tema conflictivo desde un punto de vista sanitario, no hay mucho control». También lamenta Cambra que actualmente se subvencione la producción de miel y no la miel de calidad.
Font: elperiodico.com
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