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La miel salvaje es la más cara del mundo. La producen las abejas
silvestres. Baskiria (República de Baskortostán) es hoy uno de los
últimos lugares del planeta donde la apicultura no convencional se
mantiene como oficio.
Esta práctica
comenzó a desaparecer con la construcción de colmenas y la aparición de
colmenares, pero hubo un tiempo en que ésa era la única manera de obtener miel.
Antes que nada, es
necesario explicar el significado de la palabra “bortevoi” (silvestre). “Bort”
en ruso, es el nombre que se le da al hueco del árbol donde viven las abejas
salvajes. El agujero puede ser natural o artificial, pero las abejas solo
pueden ser salvajes y silvestres. En Baskiria se creó la reserva Shulgán-Tash
para la conservación de las abejas silvestres 'burzianski'. Junto con las
abejas, se protegió también la antigua profesión del 'bortnik'.
Un auténtico 'bortevik'
es un tesoro de conocimiento y habilidades. Sabe si el año está siendo bueno
para las abejas, lo que les falta, si ha llegado el momento de recolectar la
miel y cuánta cantidad se puede recolectar.
Los 'borteviks' no
destruyen los huecos de los árboles sino que recolectan la cantidad de miel
necesaria para que las abejas tengan bastante para el invierno. Y tratan de no
intervenir drásticamente en el mecanismo claramente organizado de la vida de
las abejas, lo cual hace que se obtenga una miel de la mejor calidad.
Como dicha
actividad trascurre en los bosques, el 'bortevik' debe poseer habilidades de
cazador y ser capaz de interpretar las huellas: las martas y los osos son
conocidos cazadores de miel. El peligro de tropezar con un oso todavía existe
hoy: los 'borts' se encuentran en territorios protegidos, donde los animales
salvajes se sienten totalmente libres.
“Siempre nos
aseguramos si la amenaza del oso es real”, dice un 'bortevik' llamado Ramazan.
Asegura que aprendió el oficio de su padre, el primer 'bortevik' de la reserva
y ahora transmite todos sus conocimientos a su hijo.
“Si el oso
encuentra el hueco de un árbol con miel, no descansará hasta llegar a ella.
Estamos obligados a hacer algo al respecto. Obtener una licencia de caza es muy
difícil, así que ponemos trampas. Está claro, es una lástima. Pero ¿qué vamos a
hacer, si hay que elegir entre el oso o toda una colonia de abejas? Si nos
quedamos con los brazos cruzados, el oso aniquilará la colmena y todas las
abejas morirán…
Peor que los osos
se comportan los humanos: los ladrones de miel son capaces de arrancarlo todo
de raíz. Para llegar hasta el hueco pueden incluso serrar el árbol. Aunque no
es algo que pase a menudo: localizar los huecos de árboles perdidos en los
bosques no es tarea fácil”, explica.
El sabor de la libertad
La principal
diferencia entre la miel salvaje y la procedente de la apicultura convencional
es que el ser humano no interfiere en la producción de la primera. Como se
sabe, la miel es producto de la digestión del néctar de las flores en el
organismo de las abejas melíferas. Todas las abejas del mundo lo hacen de la
misma forma. Pero después de este proceso, los caminos que siguen las abejas
silvestres y las abejas domesticadas divergen.
En el colmenar la
vida de las abejas está gestionada por el hombre cuyo objetivo es recolectar
durante la temporada la máxima cantidad de miel posible de cada colonia de
abejas. Algunas veces por año, de manera monótona, las abejas domesticadas
producen en la colmena como en una cadena de montaje.
Sin embargo, una
abeja salvaje no está sometida a ninguna presión. Escogen un lugar para su
'casa' y ellas mismas construyen los panales con materiales naturales. Les
lleva más tiempo, pero el resultado no es simplemente una miel natural y literalmente
rica en enzimas beneficiosos, vitaminas, aminoácidos e incluso hormonas.
Además, la miel
salvaje se recolecta sólo una vez por año: a principios de septiembre, cuando
realmente ha madurado. No se sigue el criterio del hombre sino el de las propias
abejas, que sellan panales de miel para pasar el invierno.
“Este año fue malo,
seco, con muchas plagas”, observa Mijaíl Kosarev, director de la reserva
Shulgan-Tash, que en el pasado también se encargó de recolectar miel en
'borts'. “Tuvimos que alimentar algunos 'borts' para que las abejas no muriesen.
Con esta finalidad, colocamos dentro o fuera un recipiente con jarabe de
azúcar”.
Los bienes inmuebles de las abejas
La abeja salvaje es
una criatura caprichosa, es imposible colocarla a la fuerza en el hueco de un
árbol. El hombre apenas puede ayudarla un poco en la elección, practicando un
'bort' en el árbol más atractivo de los alrededores.
“Era toda una
cultura”, recuerda Mijaíl Kosarev. “Primero mi abuelo escogía un viejo árbol de
150 años, grueso y resistente, cortaba la copa y estampaba un sello, un símbolo
de la familia. Eso significaba que el árbol estaba ocupado. Después se esperaba
50 ó 70 años, venía el nieto y preparaba un 'bort'. Luego aún había que esperar
algunos años más hasta que se secara…”.
Ahora esa cultura
casi se ha perdido por completo. Por eso, se utilizan huecos antiguos o huecos
artificiales, troncos en los que las abejas se encuentran incluso más a gusto,
como en una casa con todas las comodidades.
Los 'borts' de
Baskiria están diseminados a lo largo del vasto territorio del Parque Nacional
de Baskiria, de la reserva natural Shulgan-Tash y del santuario Altyn Solok
(“Bort de oro”), a algunos kilómetros de distancia entre sí. La mayor cantidad
de borts se encuentra en Shulgan-Tash: son cerca de 400 en 220 km² de reserva,
pero las abejas sólo ocupan 200. La concentración es de dos 'borts' por
kilómetro cuadrado. Está claro que no es fácil para los apicultores trabajar en
esas condiciones, pero también tiene aspectos positivos: la distancia protege a
las abejas no sólo de los ladrones sino también de las enfermedades
infecciosas.
La miel más cara del mundo
Todas estas
tribulaciones tienen como finalidad la recolecta de la miel. En cierto sentido,
es la apoteosis de la actividad de un 'bortevik'. En un día se puede recolectar
de 15 a 25 kg. La miel salvaje se
puede almacenar durante mucho tiempo y cuanto más lejos se venda del punto de
recolecta mayor es su precio. Actualmente, la miel silvestre de Baskiria es la
más cara del mundo.
En las tiendas de
la reserva o en el poblado de Starosubjangúlovo, cerca del santuario Altyn
Solok, el kilo de miel cuesta 50 euros. En Moscú, los precios asustan como una
picadura de abeja salvaje: entre 120 y 200 euros por kilo.
Desde 2013 la
reserva organiza 'tours de miel': un visitante puede ir hasta el bosque para
ver cómo trabaja un 'bortevik', recolecta la miel de manera independiente y la
deposita en botes.
El coste de un kilo
de 'miel de tour' cuesta más de 60 euros, pero el precio incluye el transporte
hasta el lugar, el chofer y la comida.
Lo más importante
es ver con los propios ojos el antiguo oficio que contribuyó a que
sobrevivieran varias generaciones de baskirios. No es una casualidad que en el
folclore burzianski el papel de tonto siempre correspondiera a quien tenía
mucho ganado pero pocos 'borts'.
Informa: Maria Micó - ArtAlPas
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