La vida de las abejas es el título de un maravilloso ensayo –que recomiendo vivamente leer- publicado en 1901 por el dramaturgo belga Maurice MAETERLINCK, galardonado con el Premio Nobel de Literatura
en 1911. Con la paciencia de un entomólogo, tras veinte años de
experiencia apicultora, nos cuenta con extraordinario ingenio la vida,
dentro y fuera de la colmena, de estas “criaturas casi humanas poseídas
por el sentimiento del deber”, con sus misterios y sus secretos.
Carlos DE PRADA
–conocido periodista y divulgador ambiental y Presidente del Fondo para
la Defensa de la Salud Ambiental- en su reciente estudio titulado “La epidemia química”
(Ediciones i, Valencia 2012) describe, entre otros muchos riesgos de
contaminación química los pesticidas cuya producción creciente
(actualmente, más de 165.000 toneladas) se utiliza para rociar millones
de hectáreas en España.
Pocos insectos han sido tan estudiados como este tipo de himenóptero
cuya naturaleza social, organización colectiva en castas,
arquitectónicas construcciones y comunicación recíproca resultan
asombrosas. No es dificil entender por qué las abejas eran consideradas sagradas por los griegos, los egipcios y los babilonios. Pero ahora queremos destacar aquí el inmenso servicio que prestan a la humanidad ya que con su polinización contribuyen nada más y nada menos que a un tercio de la nutrición mundial.
Por cada euro que las abejas producen en forma de miel, polen, cera y
propoleo, veinte euros reportan, según la FAO, en forma de
polinización. Incluso se ha valorado, a nivel mundial, en más
de 150.000 millones de euros el valor anual de la polinización por las
abejas de la que dependen la mayor parte de los cultivos agrícolas. Imagínense entonces que ocurriría si desaparecieran o se diezmaran estos benéficos insectos.
Resulta que, desde hace mucho tiempo, vengo escuchando a mis amigos
apicultores que, en muchos sitios de Europa, se está reduciendo la
producción del miel y que está proliferando las enfermedades que atacan
masivamente a las colmenas. Entre las causas tradicionales de
desaparición de las abejas es la “varroa” un
género de ácaro que produce una enfermedad denominada “varroasis” que
afecta a algunas de las más extendidas especies de abejas (apis
mellifera) en sus estadios iniciales de vida.
A finales del mes de enero pasado la Comisión Europea, tras conocer un reciente informe de la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria, recomienda suspender el uso durante más de dos años, para los cultivos que acostumbran a polinizar las abjeas, de algunos pesticidas
(los del género de neurotóxicos) sobre los que hay indicios de que
están contribuyendo al declive de poblaciones de abejas. La Unión
Europea en los últimos, a través de sus organismos de la Comisión
Europea relacionados con la salud y la alimentación, han venido
desarrollando –con la ayuda de la citada Agencia- estudios, programas y
planes de acción relativos a la protección de la salud de las abejas
melíferas (como el contenido en el COM(2010) 714 final.
Volviendo al preocupante tema de la reducción de las abejas, se
impone la aplicación urgente de muchas cautelas en el uso de las
sustancias químicas que pueden perjudicar su normal desarrollo; pero
también, como señala la Comisión Europea, abordando la pérdida de biodiversidad
–por el cambio de uso del suelo y el uso intensivo inadecuado, o por la
pérdidad de prácticas agrícolas y forestales tradicionales- que también
afecta a la salud de las abejas.
Es mucho lo que nos jugamos los humanos al proteger a
estos maravillosos benefactores insectos que se organizan y
trabajan con tan prodigiosa perfección. Ya lo advirtió Albert EINSTEIN:
“Si las abejas desaparecieran de la Tierra, al hombre sólo le quedarían
cuatro años de vida; sin abejas, no hay polinización, ni hierba, ni
animales, ni hombres…”.
Informa: Maria Micó - ArtAlPas
Autor: Javier Sanz
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