Llega ya el frío invierno, y nuestros ritmos biológicos se adecúan a menos
horas de luz solar, menos vida al aire libre, soportar tamperaturas más frías,
un ritmo de vida menos relajado, una alimentación más consistente, unos
horarios más estrictos que en verano, y algunos virus que nos trae el frío.
El campo, siempre nos da respuestas para todo. Por ello, voy a ir
desgranando cómo adaptarnos a estos rigores invernales.
Respecto a que disponemos de menos luz solar, he de recordar que el mejor
antidepresico que existe es tomar el sol. Por eso, cada uno de los tibios rayos
solares del invierno, son un auténtico regalo a aprovechar. El tomar polen nos
aporta muchas vitaminas, minerales, fibra, y proteínas de fácil y cómoda
asimilación. Debemos tenerlo en cuenta, pues las frutas son muy olvidadas en
invierno. Y disponemos de maravillosos cítricos, que son una bomba de vitamina
C para nuestro beneficio.
La vida al aire libre despierta nuestros pulmones -que difunden oxígeno a
todos los tejidos del organismo-. Ello incluye el cerebro también.
Desafortunadamente, respiramos mal, escasamente, con una vida sedentaria. Unos
paseos a diario a ritmo algo ligerito serán muy beneficiosos. Y tomar própolis
es una ayuda para nuestro organismo. Nos protege.
Las temperaturas más frías pueden afectar a nuestra garganta y/o sistema
respiratorio. El própolis le da una defensa extra contra las agresiones
externas. Es momento de pensar en nuestras defensas. Por eso se hace tan
imprescindible tomarlo, sin olvidar la miel, que contiene minerales también, y
es un gran energizante y antidepresivo.
Los horarios que las actividades invernales nos exigen, y el ritmo al que
debemos rendir, son una agresión a nuestro organismo. Incluso el sistema
nervioso se resiente por los teléfonos móviles, los ordenadores, antenas de
telefonía, microondas, y dispositivos electrónicos variados. La protección es
básica, una vez más. Y no hay mejor protección que estar fuertes. Ello conlleva
una magnífica y variada alimentación con una gran regularidad eligiendo siempre
los alimentos más frescos, preferiblemente de temporada y locales. Todo ello
sin olvidar una hidratación regular, sin forzar -sobrecargaríamos nuestros
riñones entonces-, pero recordando beber agua con frecuencia, aunque sea en
pequeñas cantidades. La miel es un gran aliado para el árbol bronquial. No la
olvidemos por tanto.
El ritmo de vida más estricto, hace que a veces el tiempo en el que comemos
sea escaso, o que comamos fuera de casa. Ello pasa factura si se hace con
frecuencia. Por tanto, suplementar nuestra dieta con polen, própolis, y miel,
ayudará a que no tengamos carencias.
Nuestra alimentación se hace -y se debe hacer- más consistente para
resistir el frío. Los ligeros gazpachos dan paso a las maravillosas legumbres:
lentejas, garbanzos, habichuelas en fantásticos guisos "de abuela".
Pero ello no ha de hacernos olvidar las verduras y frutas invernales: habas,
lechugas, coliflores, coles, puerros, apio, naranjas, mandarinas, pomelos...
Debemos consumir algunas piezas a diario. Incluso así, el po,en y la miel se
hacen imprescindibles, pues hay menos variedad vegetal donde elegir, y ellos
nos aportan un extra que completa lo que las frutas y verduras nos regalan. No
debemos olvidar los frutos secos: nueces, fantásticas para el cerebro y el
corazón; almendras, generosas en calcio con nuestros dientes y todos los
huesos...
El frío hace disminuir nuestras defensas -demasiado ocupadas en protegernos
de él-, por tanto, requieren estar alertas contra virus y bacterias, que
circulan por nuestro alrededor, en la escuela, la oficina, la fábrica, y el
estornudo del vecino en el ascensor. El própolis y la miel se hacen
imprescindibles para ello, sumado a la ingesta de cítricos y verduras de hoja
verde, ricas en ácido fólico, y otras maravillosas vitaminas, amén de fibra.
Cuanta más variedad y frescura, mejor.
Los productos de la colmena, son nuestros grandes aliados para nuestra
salud son imprescindibles en invierno y verano, pero los rigores del invierno
los hacen imprescindibles.
Si aun tomándolos con regularidad, o nuestra salud nos da alguna señal de
alarma en forma de síntoma, dolor, o inflamación, toca entonces hacer uso de la
saludable apiterapia.
Mi último consejo: eviten las vacunas. ¿Alguien sabe lo que nos inyectan?
Yo sí. Por eso se lo recomiendo.
¡Salud abejil para todos!
Adela Pérez
www.apiterapia.com
Tlf. 609 40 20 18
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