26 de febrer 2014

EXTERMINIO DE ABEJAS

Tom Theobald, el hombre que sabía que un pesticida provoca el exterminio de las abejas 

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Tom Theobald, un desconocido apicultor de Colorado, tenía la llave para explicar uno de los mayores problemas a los que se enfrenta la humanidad. Pero nadie le hizo caso. Porque Tom Theobald tiene su propio “wikileaks”, pero de un tema más sensible para el futuro inmediato de la humanidad: la misteriosa desaparición de las abejas. 

“No creo que llegue a sobrevivir al invierno”, aseguró a finales de 2010 mientras apretaba los documentos que prueban que la Agencia de Protección Ambiental de EE.UU (EPA) sabía a ciencia cierta de las conexiones entre los pesticidas y las misteriosas muertes de abejas en todo el mundo.

Aún así la EPA ha seguido permitiendo el uso generalizado de pesticidas tóxicos para las abejas, a pesar de las advertencias de sus propios científicos.

Ayer nuevas pruebas surgieron a la luz. Entre ellas la mismísima revista Science publicaba no uno sino dos estudios que sugieren que la exposición a una familia de pesticidas comunes llamados neonicotinoides tienen la llave para explicar la gran mortandad de las abejas.


Los neonicotinoides son una familia relativamente nueva de insecticidas. Trabajan cambiando los receptores de un neurotransmisor (nAChR) causando parálisis y muerte de los insectos. Actúan de una manera similar a los gases nerviosos como el sarín, impidiendo que el transmisor se descomponga en la unión sináptica, provocando una hiperactivación similar.

Y todo esto lo sabía ya Tom Leopald desde el invierno de 2010. Y lo podía demostrar con papeles, como se demuestran las cosas importantes.

El documento, que se filtró insólitamente a este apicultor de Colorado, indicaba que la EPA había ignorado las advertencias sobre el uso de la clotianidina, un pesticida neonicotinoide producido por la multinacional Bayer, que principalmente se utiliza para semillas de maíz pretratadas y que provoca efectos neurotóxicos en el cerebro de las abejas, impidiéndolas orientarse y regresar al panal.

El pesticida ha tenido unas ventas de 262 millones de dólares sólo en Estados Unidos el año pasado, pues también se utiliza para la soja, la remolacha azucarera, el girasol o el trigo.

El documento filtrado (sus 101 páginas aquí, en PDF ) es una respuesta a la solicitud de Bayer para aprobar el uso de su plaguicida en el algodón y la mostaza. En el documento se invalida un estudio previo de Bayer que justifica el uso de clotianidina sobre la base de su seguridad para las abejas.

Párrafos como “altos riesgos de intoxicación a largo plazo para las abejas de miel y otros insectos beneficiosos” o “estudios de toxicidad aguda para las abejas muestran que la clotianidina es altamente tóxica tanto en contacto como en forma oral” son irrefutables en el informe.

Pero la opinión de los científicos de la EPA, aparentemente, no era suficiente para la Agencia de Protección Ambiental americana, que permitió que la clotianidina siguiera incluida dentro de la lista de sustancias autorizadas. La clotianidina ya ha sido prohibido por países europeos como Alemania, Francia, Italia o Eslovenia, por sus efectos tóxicos.

¿Por qué tampoco lo prohibe la EPA? La respuesta probablemente tiene algo que ver con la afinidad americana para con los productos de maíz, su gran granero de 88.000.000 hectáreas. Pero sin las abejas de miel, no habrá ni maíz; y mucho menos kikos o comida para nadie.

Pero ¿cómo Theobald terminó con un documento tan polémico entre sus guantes llenos de miel? Bayer, la empresa detrás de clotianidina, elaboró un estudio sobre la influencia de su pesticidad en el ciclo natural, en 2006, a petición de la EPA. Preparado por investigadores de la Universidad de Guelph, Canadá, el estudio es poco menos que una broma, con enormes fallos y métodos de análisis sesgados a capricho. 

Sin embargo, la EPA lo dio por valido y siguió permitiendo el uso de la clotianidina, que se comercializaba desde 2003.

A finales de 2010 Tom Theobald escribió un muy buen artículo en la edición de julio de la revista Bee Culture sobre la clotianidina. Nada más publicarlo, un empleado de la EPA (le llamaremos “empleado Manning”) le telefoneó para decirle que el artículo había llevado a la EPA a revisar el estudio de impacto ambiental original de la clotianidina de Bayer, antes de aceptar su nuevo uso en algodón y mostaza. Esencialmente habían rechazado las conclusiones de Bayer que la agencia había utilizado para justificar el registro de la clotianidina.

“Me dijeron que los científicos de la EPA habían revisado el estudio original y determinado que no estaba científicamente probado; les pregunté si se habían documentado y si había un informe en papel de ello” afirma Tom. “El empleado me dijo que sí y yo le pregunté si podía obtener una copia, la cual me mandó”. Tom Theobald ya tenía la prueba que necesitaba para demostrar que la EPA había pasado por alto algo que podría haber matado a todas las abejas de Estados Unidos durante años.

Este apicultor miraba la clotianidina con recelo desde que fue lanzada por primera vez en 2003. Hoy en día las colonias de abejas de Tom Theobald son las más pequeñas que ha visto en 35 años de trabajo. “Este ha sido un invierno crítico para la industria de la apicultura. No creo que podamos sobrevivir”, dice. “Si se derrumba la industria apícola, se pone en peligro la tercera parte de la agricultura estadounidense.”

Actualmente la EPA no tiene planes para prohibir clotianidina en EE.UU., pero muchos esperan que toda la prensa en torno al asunto obligue a la agencia reguladora a cambiar de opinión. Y si lo publica en su portada la mismísima revista Science, a buen seguro que ahora tendrán que hacer caso. ”La agencia de protección ambiental necesita dar un paso al frente y hacer las cosas bien. Si continúan con la idea de tratar de enterrar todo esto, será más patético de lo que ya hacen”, afirma este viejo apicultor, reconvertido en héroe global por la salvación de la agricultura mundial.