Henrys Batista |
En este momento que se habla de la entrada de la avispa asiática en
la Península, también hay que destacar que entre las especies invasoras
que han llegado a Canarias en los últimos años figuran la gran avispa
alfarera del norte de África, que debe su nombre a que construye sus
nidos con barro, y la avispa lobo de las abejas, muy temida por los
apicultores porque “caza” a las obreras mientras recolectan néctar y
polen para la colmena.
La conservadora de Entomología del Museo de la Naturaleza y el
Hombre, dependiente del Organismo Autónomo de Museos del Cabildo de
Tenerife, Gloria Ortega, explica que en Canarias hay 123 especies y
subespecies autóctonas de avispas solitarias, de las que 63 (más del 51
por ciento) son endémicas.
Junto a ellas hay además dos especies autóctonas de avispas sociales,
las que conviven en avisperos que, en algunos casos, pueden albergar
hasta 5.000 ejemplares, como es el caso de la avispa alemana (Vespula
germanica), también conocida como “chaqueta amarilla”.
Precisamente el gran avispero de más de siete metros encontrado este
año en San Sebastián de La Gomera fue construido por avispas de esta
especie.
La conducta social de estas avispas comunes, con presencia de
diversas castas de individuos en la colonia, las sitúa entre los
insectos más evolucionados en cuanto al comportamiento animal, afirma la
entomóloga.
Sin embargo, Canarias, además de tener una biodiversidad muy rica en
endemismos, es también un territorio que también padece “el infortunio”
de la gran fragilidad ecológica, característica inherente a la
insularidad, y no tolera la intromisión de especies foráneas en ninguno
de sus ecosistemas, porque puede ocasionar un desequilibrio y alcanzar
el cariz de plaga.
Aunque en algunos casos la introducción de especies es propiciada
voluntaria o involuntariamente por el hombre, también ocurre por vía
natural, como la llegada procedente del norte de África de la gran
avispa alfarera (Delta dimidiatipenne), descubierta en Fuerteventura a
principios de los años 90.
Esta avispa ha avanzado progresivamente hacia las restantes islas, de
forma que “hoy ha colonizado con éxito el bloque centro-oriental del
archipiélago, construyendo su nidos con barro incluso en edificaciones
de núcleos urbanos”, precisa la investigadora.
Del mismo modo en los últimos años ha sido notoria la introducción, al parecer espontánea, de una especie muy temida por los apicultores: la avispa lobo de las abejas (Philanthus triangulum ssp. abdelcader).
Del mismo modo en los últimos años ha sido notoria la introducción, al parecer espontánea, de una especie muy temida por los apicultores: la avispa lobo de las abejas (Philanthus triangulum ssp. abdelcader).
El nombre común de la especie habla por sí mismo de su biología, pues
el lobo de las abejas se dedica a cazar a las obreras mientras están
colectando néctar y polen para abastecer la colmena, detalla Gloria
Ortega.
Esta avispa emprende una lucha encarnizada y debido probablemente a
su menor tamaño corporal frente a la talla de la abeja melífera, logra
aguijonearla en una zona membranosa, por lo general entre los segmentos
del abdomen, dejándola paralizada al instante y trasladándola en pleno
vuelo al nido, que construye en terrenos arenosos.
Una vez realizado este proceso con tres o cuatro abejas, la avispa
lobo deposita un huevo, del cual eclosionará una larva que las devorará
por completo.
Dado que la apicultura está muy extendida en el archipiélago esta
avispa, sin enemigos naturales declarados, se ha expandido rápidamente
por Tenerife y La Palma y, en la actualidad, supone el mayor peligro que
amenaza a la apicultura, con los subsiguientes daños que podría
acarrear a la economía vinculada a ella.
Para mayor gravedad, prosigue la investigadora, en la península
ibérica también se ha constatado cómo la avispa lobo ha depredado sobre
diversas especies de abejas solitarias, con lo cual tampoco está libre
de peligro esta fauna autóctona canaria, que en Tenerife asciende a 60
especies y subespecies, con un porcentaje de endemismo que supera el 68
por ciento.
Pero la posible introducción de especies foráneas en los ecosistemas
insulares no acaba aquí, añade Gloria Ortega, que alude al caso de la
avispa asiática (Vespa velutina), que en 2004 se introdujo en Francia al
parecer en una carga procedente de China. Sobre ella Vida Apícola de
noviembre-diciembre publica una amplia información de última hora.
Posteriormente, en 2010, se detectó esta especie oriunda del sureste
asiático en Guipúzcoa, desde donde invadió Navarra, Castilla y León,
Galicia y Cataluña, y también se ha constatado su presencia en la
actualidad en algunas localidades portuguesas.
Font: Vida Apícola
Autora: Ana Santana, Santa Cruz de Tenerife, EFE
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