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La actividad
apícola controlada y orientada a la extracción de la miel como una
actividad más del calendario agrícola, se interpreta como una actividad
complementaria, con cuyo desarrollo se consiguen rentabilizar
mayoritariamente las zonas de escasa productividad agrícola.
La miel era el alimento edulcorante y energético por excelencia, y debido a que sus propiedades antisépticas la hacían de igual modo idónea para utilizarla en la conservación de frutos; en la elaboración de salsas para acompañar las carnes y en repostería; en el mundo de la medicina, para combatir afecciones respiratorias y oculares y curar heridas. En cosmética era un ingrediente básico para la fabricación de cremas y ungüentos para la piel.
La miel era un producto que se ofrecía en las libaciones a los dioses y en las ofrendas a los difuntos. Era costumbre romana que la madre de la novia dejase cada noche en la alcoba nupcial, una vasija de miel para los recién casados.
La cera servía para el alumbrado de calidad y para encerar maderas o papiros. También se empleaba en ungüentos como el ceratum de Galeno, realizado con aceite, cera y agua de rosas.
Las abejas también proporcionaban el propóleo, utilizado para aliviar inflamaciones y dolores y aplicar en heridas abierta. Los legionarios romanos llevaban una bolsita con propóleo cuando iban de campaña.
La miel más considerada procedía de Atica, Creta Rodas, Chipre, Africa, Córcega, Italia e Hispania. En el proceso de extracción primero se obtenía la mel optimus, dejándose escurrir los panales; segundo, se prensaban los panales para extraer la miel que restase en su interior, mel secundus, de inferior calidad.
Una vez prensados los panales se podía aún realizar un lavado de los mismos con agua templada, del cual se conseguía un líquido dulce utilizado en la preparación del hidromiel y vinos melados.
Los mejores materiales para las colmenas, según
Columela, eran el corcho, mimbres entretejidos o troncos de árboles. No
se recomendaban las de barro cocido porque se calentaban en verano y se
helaban en invierno.
En lo que se refiere a la ubicación de los colmenares parece ser que el
lugar idóneo debía ser cercano a las zonas de vivienda, resguardado del
frío y del calor, debiendo existir agua en las zonas próximas, así como
plantas aromáticas y árboles frutales.
Informa: Higini Trilles
Font: Domus
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