20 de desembre 2017

EL CAMBIO CLIMÁTICO ACORRALA A LAS ABEJAS

El 70% de los principales cultivos en España depende de la polinización de insectos como las abejas, pero las poblaciones de estos animales han decrecido en este siglo debido al cambio climático y otros factores, entre ellos la expansión de depredadores como la avispa asiática y el abejaruco.

La FAO (Organización de las de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) señala que 71 de los 100 cultivos que proporcionan el 90% de la alimentación mundial dependen de la polinización de las abejas. Además, la producción de ciertas frutas, semillas y frutos secos puede decrecer en más del 90% sin la presencia de estos insectos polinizadores.
Con el fin de generar conocimiento y sensibilización sobre la vulnerabilidad de las abejas frente al cambio climático, el Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, a través de la Fundación Biodiversidad, ha puesto en marcha el proyecto LIFE Shara, dotado con casi 1,6 millones de euros hasta 2012 y cofinanciado al 57% a través de la UE.
“España es uno de los países más vulnerables al cambio climático tanto por su situación geográfica como por la composición de los sectores socioeconómicos, que están relacionados con los impactos climáticos”, señala la directora de la Oficina Española de Cambio Climático, Valvanera Ulargui.
ESTRATEGIA ESPAÑOLA
Miguel Aymerich, subdirector general de Medio Natural del Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, apunta que el valor económico en la producción de cultivos agrícolas asciende a unos 2.400 millones de euros anuales en España y que la pérdida de los insectos polinizadores puede afectar al adecuado funcionamiento de los ecosistemas.
Por ello, la última cumbre mundial sobre diversidad biológica, celebrada en diciembre de 2016 en Cancún (México), aprobó un plan de acción con países que quieren conservar los polinizadores, entre ellos España. La Comisión Europea presentará un plan de acción a finales de 2018 y España pretende poner en marcha una estrategia nacional cuyo primer borrador será público en el primer semestre del próximo año.
No en vano, España cuenta con unas 30.000 explotaciones apícolas, de las que 5.000 son profesionales (es decir, cuando superan las 150 colmenas). La mitad de todas ellas son estantes, mientras que unas 13.000 tienen un carácter transhumante porque siguen el ciclo de las floraciones de regiones o altitudes.
España produjo el año pasado 33.000 toneladas de miel y 1.800 toneladas de cera, lo cual genera unos 100 millones de euros, pero existen dos amenazas relacionadas con depredadores de las abejas.
Uno de ellos es el abejaruco, que llega en primavera para criar en Europa, con lo que alimentan de abejas o funden las colmenas porque estos últimos insectos no salen de ellas ante su presencia. El Ministerio ha trabajado en un proyecto de protección de colmenares en León.
Y el otro es la avispa asiática, que afecta sobre todo al norte de la península después de que este insecto invasor llegara a Francia en 2004 y se haya extendido por otras zonas. Suelen alimentarse de abejas porque necesitan de su proteína y su presencia afecta especialmente a Galicia.
LÍDER MUNDIAL EN COLMENAS
Para aportar un mayor conocimiento sobre el impacto del cambio climático en la apicultura mediterránea, la Fundación Biodiversidad financió recientemente un estudio en el que participó Feliu López, investigador de la Universidad de Vic (Barcelona) y del Centro de Investigación en Economía y Desarrollo Agroalimentario (CREDA-UPC-IRTA), y que incluye una revisión de la literatura científica y entrevistas con apicultores de Andalucía, la Comunidad Valenciana y Cataluña.
“Salvo zonas árticas y el Sáhara, es difícil encontrar una zona que no sea apícola. Hay mucha tradición en España, que es el séptimo país en número de apicultores y el primero en colmenas”, apunta Löpez, quien precisa que España aporta miel sobre todo a Francia, Alemania, Argelia, Marruecos y Arabia Saudí, mientras que China representa casi el 90% de la miel que se importa, aunque el saldo es positivo porque sale más cantidad de la que entra.
Sin embargo, el sector apícola está cambiando recientemente por tendencias no deseadas como la expansión de patologías provocadas por la varroa, hongos y virus (que afectan a más del 20% de los colmenares), la aparición de ‘enemigos’ (como la avispa asiática y el abejaruco), la pérdida y la fragmentación de hábitats (lo que dificulta la diversidad de polen y néctares), las intoxicaciones (por pesticidas como los neonicotinoides) y el síndrome de despoblamiento o colapso de colmenas.
Todo ello a pesar de que las abejas mejoran el ecosistema porque ayudan a conservar la biodiversidad y la producción de alimentos, y aportan productos como la miel, el polen, la jalea real, los propóleos y la apitoxina. Sin embargo, López apunta a que los principales escenarios científicos apuntan a un aumento de las temperaturas en el Mediterráneo, lo que ocasionaría precipitaciones irregulares y menos lluvias en otoño.
Los investigadores sondearon a apicultores del Mediterráneo español y en muchos casos coincidieron con los impactos del cambio climático proyectados por los científicos: ciclos de polinizadores y polinizados que se desacoplan, aparición de especies exóticas, mayor virulencia de patógenos como la varroa, más mortalidad local por fenómenos climáticos extremos, menos floración y disminución del contenido proteico del polen.
Por ello, López destaca que hay que actuar en ambitos como poner precio a los servicios sistmémicos que garantizan los insectos polinizadores, apostar por los productos saludables y la agricultura ecológica, y fortalecer las comunidades rurales.
Vida Apícola - Fuente y foto: Servimedia.es