18 de desembre 2015

LA CERA Y LA MIEL DE LAS ABEJAS SE USAN DESDE HACE 9.000 AÑOS


Los primeros agricultores y ganaderos del Neolítico ya utilizaban la cera de las abejas para fabricar cosméticos, medicinas, impermeabilizar recipientes e incluso como aglutinante en flechas. Y seguramente, también consumían miel, revela un estudio publicado en la revista Nature.
 
El análisis de la huella química que deja la cera en vasijas y otros recipientes ha permitido a un equipo internacional de investigadores situar el inicio de la apicultura hace 9000 años en la península de Anatolia, en Turquía, en el mismo periodo y área geográfica en que se comenzaron a cultivar plantas y a domesticar animales.

También han podido comprobar cómo el aprovechamiento de los productos de este insecto, Apis mellifera, se fue extendiendo por Europa, Oriente Próximo y norte de África en paralelo a la agricultura y la ganadería.

“Este trabajo reúne pruebas de la presencia de cera de abeja en las vasijas de cerámica de los primeros agricultores de Europa. Hemos encontrado estos componentes químicos atrapados en la arcilla de 6.400 fragmentos en más de 150 yacimientos arqueológicos”, explica a Sinc Mélanie Roffet-Salque, de la Universidad de Bristol (Reino Unido) y autora del trabajo, en el que también han participado investigadores españoles.

“Parece lógico pensar que estuvieran también consumiendo miel, aunque como este alimento no deja una huella biológica tan identificable como la cera no lo hemos podido identificar”, señala a Big Vang Alfonso Alday, investigador y profesor del Área de Prehistoria de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), coautor del estudio.

Hasta el momento la relación de las abejas con los humanos se conocía sólo a través de escenas plasmadas en pinturas rupestres, como la figura humana que parece recolectar miel de un rusco en la Cueva de la Araña (Patrimonio de la Humanidad), en Bircorp (Valencia) o en grabados del antiguo Egipto. “Esta es la primera vez que se consigue identificar y datar su uso de forma científica. Y estamos muy sorprendidos por su antigüedad, más de la que esperábamos”, destaca Alday.

En concreto, los expertos de la Escuela de Química de la Universidad de Bristol, que han liderado el proyecto, lograron detectar restos de cera en ollas de cocina procedentes de un yacimiento arqueológico turco del 7000 aC, localizado en el mismo área del asentamiento de Çatalhöyük, considerada la primera ciudad de la humanidad, y del que procede una representación pictórica de un nido de abejas.

Desde ahí, los investigadores pudieron cartografiar la extensión de la apicultura hacia los Balcanes y Grecia, en donde detectaron restos de moléculas grasas de este producto que datan de entre el 5300 y el 4600 aC, y de fechas similares hallaron también presencia de cera en arcillas en Europa Central.

“El uso de los productos de la abeja avanza conforme se difunde la agricultura y la ganadería. La actividad humana de domesticar plantas y animales fue transformando el paisaje, puesto que se deforestaban bosques para ganar espacio para pastos y campos de cultivo. De esta forma se crearon paisajes de sotos y flores que las abejas aprovecharon para ir,poco a poco, expandiendo su hábitat natural”, declara Alday.

Paradójicamente, aunque se analizaron 130 recipientes procedentes de la Península Ibérica no se encontró resto alguno de cera. “Que no se haya encontrado no quiere decir que no se usaran. Es lógico pensar que las abejas también tenían un hábitat favorable para su desarrollo aquí desde el arranque de la agricultura peninsular, lo que ocurre en el 5500 aC”, afirma Alday.


Foto: Agencia Sinc - Propias