14 d’octubre 2014

EL DECLIVE DE LAS ABEJAS


La próxima vez que una abeja zumbe a tu alrededor, recuerda que muchos de nuestros alimentos dependen en gran medida de la polinización natural intermediada por insectos: un servicio clave que abejas y otros polinizadores prestan al ecosistema.

Sin la polinización entomófila (realizada por insectos) aproximadamente un tercio de los cultivos que consumimos tendrían que ser polinizados por otros medios o producirían una cantidad de alimento significativamente menor. Bajaría la productividad de hasta un 75% de nuestras cosechas. Sin duda, los cultivos más nutritivos e interesantes para nuestra dieta –entre ellos, muchas frutas y verduras, así como ciertos cultivos forrajeros utilizados para la producción de carne y lácteos– se verían afectados de manera grave por un descenso en las poblaciones de insectos polinizadores; sufriría, en particular, la producción de manzanas, fresas, tomates y almendras.
 
El cálculo más reciente del beneficio económico global de la polinización arroja un resultado de unos 265 mil millones de euros correspondientes al precio de las cosechas que dependen de la polinización natural.
 
No se trata de una suma “real”, por supuesto, ya que oculta el hecho de que, si la polinización natural se viese seriamente perjudicada o cesase, podría resultar imposible de sustituir; algo que, en la práctica, hace que su valor tienda al infinito.

¿Y cómo se puede cuantificar, por ejemplo, el color de un hermoso día de primavera? Además de los cultivos, la mayor parte de la flora silvestre (hasta un 90%) precisa de la polinización por intermedio de animales para reproducirse y, por lo tanto, otros servicios ecológicos y los hábitats naturales que los proporcionan dependen también –directa o indirectamente– de los insectos
polinizadores.

Las abejas –incluyendo las melíferas utilizadas en la apicultura y muchas especies silvestres– son el grupo de polinizadores predominante y principal desde el punto de vista económico en la mayoría de regiones geográficas.
 
Las abejas melíferas, sin embargo, se han visto cada vez más castigadas en los últimos años, aun cuando el mundo avanza hacia el cultivo de variedades que dependen de la polinización. De forma similar, el papel de los polinizadores silvestres –abejas y otros insectos– gana relevancia a nivel mundial e interesa cada vez más a los investigadores.
 
Por otra parte, las abejas silvestres también se ven amenazadas por muchos factores medioambientales, incluyendo la falta de hábitats naturales y seminaturales, así como una mayor exposición a sustancias químicas manufacturadas.

En términos sencillos, el número de abejas y otros polinizadores –silvestres y manejados– parece estar reduciéndose en todo el mundo, pero en especial en Norteamérica y Europa. La falta de programas regionales o internacionales sólidos, diseñados para vigilar el estado actual y las tendencias de los polinizadores, supone una considerable incertidumbre en cuanto a la escala y la extensión de este descenso. Sin embargo, solo las pérdidas conocidas son ya notables. En los últimos inviernos, la mortalidad de las colonias de abejas melíferas en Europa ha sido del 20% de media (con un amplio rango entre el 1,8% y el 53% de unos países a otros).

Fuente: Greenpeace